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Jornada 25 REAL MURCIA 0-1 REAL VALLADOLID (24/02/2008)

Jornada 25 REAL MURCIA 0-1 REAL VALLADOLID (24/02/2008)

Como no pude ver el partido, hoy voy a "robar" la crónica del periódico La Verdad de Murcia.

Alcaraz no se tiene en pie
CÉSAR GARCÍA GRANERO   
lunes, 25 de febrero de 2008

Alcaraz es un entrenador para ascender, no para mantenerse. Ahí no da el callo. El Valladolid, un quebrantahuesos en Nueva Condomina, le metió ayer otra sacudida y la grada, constelada de pañuelos, pidió su marcha inmediata. El grito es unánime, convierte la situación en insostenible y obliga al club a tomar una decisión delicada, que debería haber tomado hace tiempo: prescindir de su entrenador. La grada se fue al descanso con el ceño echado y el Murcia, desesperado, ya no dio pie con bola. Ni siquiera fue capaz del recurso de los equipos condenados: convertir esa desesperación en coraje. Con la grada de uñas y el marcador en contra, el Murcia no tenía nada que hacer. Alcaraz ha perdido el rumbo porque ha convertido la desesperación en rutina. Los jugadores del Murcia se dejan la piel, pero en balde.

Por eso el Murcia se queda a seis puntos de la salvación y obligado a hacer en una estación, la primavera, lo que no ha hecho en dos. Alcaraz dijo que el de ayer era, no un partido, sino el partido. Si es coherente con lo que dice no debe esperar a que lo echen, sino marcharse. Como no lo hará, el club deberá ponerlo donde él no quiere: en la calle.

Se preveía un partido de más tensión que juego, con dos rivales verdaderos, separados por pequeñas tonterías que han puesto distancia en su relación. No se tutean. Y mientras hubo tensión y no hubo goles el Murcia se manejó mejor. Sin la zancadilla de un marcador en contra, fue un equipo reciclado, con mejor cara, en un partido sin alternativas: sólo valía ganar. Por primera vez apareció entre líneas de la mano de Abel y Baiano.

Abel, lo único potable

No hubo más remates que otras veces, pero el Murcia estuvo más cerca de hacerlos porque hubo piernas entre el centro y el ataque. Tuvo un mediapunta acertado, Abel. Con él en el campo pasa algo. El ataque se vuelve menos irrelevante. Su entrada un paso por detrás de Baiano, con Rosinei a la izquierda y Goitom a la derecha, fue un acierto. El único ayer de Alcaraz. Ocurrió lo que es ya una costumbre, no una racha: los minutos pasaron, el Murcia no marcó y empezó a desinflarse. El partido entraba en una fase no apaciguada, sino marchita, y la grada, con la paciencia flaca por un pasado oxidado y un presente descorazonador, empezó a chirriar. Le pitó a Goitom, que falló un pase donde más se necesita, cerca del área. En esa zona sólo hay hambre.

El partido desfallecía, se quedaba sin constantes vitales. Por eso el gol del Valladolid le pilló al Murcia durmiendo. Un fallo de De Coz dejó a Llorente donde un delantero mejor está: solo, al borde del área pequeña y con el balón en los pies: el paraíso. No falló el goleador del Valladolid.


El gol puso a los de Mendilibar por delante y la grada empezó a hervir. Había marejada. Nacían pañuelos, que son una señal de descontento al final de un partido, pero anuncian un desastre si aparecen en medio.

El Murcia se va a pique y su entrenador sigue a salto de mata. Cambió de táctica al descanso. Quitó a Goitom para meter a Íñigo y mandó a Rosinei al centro con Pablo. Abel se escoró a la derecha y Richi jugó de delantero. Es otra prueba más de inconsistencia. Un día mete a Iván Alonso y al otro lo quita; un día mete a Regueiro y al otro lo manda a la grada. Ensayos de verano al final del invierno.

Los cambios no funcionaron. El Murcia se hizo con el balón pero no con el mando. Tenía la pelota pero no la autoridad. El Valladolid estaba tan cómodo que se retrepó en la butaca. Se vio ganador por menos que nada y aun así llegó más a Notario que el Murcia a Asenjo. Llorente se quedó solo en el área. Estaba otra vez en el paraíso, pero Notario desbarató la acción. El Valladolid había perdonado pero ni siquiera se inmutó: quedaba poco para el final y sabía que desde ese momento el partido se jugaba más en la grada que en el campo. La tormenta estaba cerca y el cambio de Baiano fue un aviso. La grada silbó a los dos, pero más al técnico que al jugador, que se lo hizo ver llevándose la mano a la oreja: «Escucha a la grada», pareció decir.

Fue un clamor hasta el final. Un punto de 21 no es una mala racha, es un suplicio. El Murcia está a seis puntos del flotador. Necesita un milagro: al menos seis victorias para salvarse. Tiene que avanzar a golpe de zancada y su entrenador actual ya no vale. Subió al equipo, pero un ascenso no es para siempre, no justifica un descenso al año siguiente. Es así, en el fútbol la vida eterna dura muy poco.



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